En un Mundial en el que la creencia común común es que no está regalando grandes partidos ni buenos momentos de fútbol tenía que llegar un día como el de ayer para sacarnos de ese estado de semi-letargo en el que nos encontrábamos. No por la calidad de los encuentros si no por tener la sensación de estar viviendo historia.
Porque si exceptuamos el partido que enfrentaba a Costa de Marfil y Portugal, tanto el duelo matinal como el nocturno entraron en la historia mundialista y futbolística. Aunque sólo sea un pedacito de ellos. Los motivos son diferentes, uno es simple y llanamente estadístico mientras que el otro es una cuestión sentimental o, si lo prefieren, romántica.